En nuestra mente aparecen alrededor de 30.000 y 60.000 pensamientos diarios. Éstos pueden ser de muchos tipos, algunos constructivos y otros destructivos. Es esencial aprender a gestionar los pensamientos y reducir su velocidad para vivir con la mente más despejada y así procurarnos mayor claridad mental. A pesar de que pueda parecer normal en nuestra sociedad, vivir estresado y con la mente siempre echando humo NO es ni recomendable ni deseable. Hemos dejado que ‘el hacer’, ser productivos y pasar de actividad en actividad sea lo habitual, cuando el estrés no es lo natural en nosotros. El estilo de vida actual lleva a desconectar de nosotros mismos, a la tristeza, al enfado y, finalmente, a enfermar. Siendo la enfermedad la evidencia más clara de que éste no es nuestro estado.
El pensamiento se encuentra dentro del ciclo pensamiento-emoción-conducta-resultado-valoración. Es decir, lo que pensamos hace que experimentemos unas emociones concretas que nos llevan a actuar de determinada manera, a su vez las consecuencias de nuestras acciones son valoradas e integradas como experiencia que influirá en nuestra manera de pensar futura. Así validamos nuestras hipótesis mentales a través de nuestras acciones para que así nuestro discurso mental sobre la realidad sea coherente con nuestra experiencia. Por lo tanto, nuestros pensamientos dan lugar a palabras, acciones y a una actitud ante la vida que se verán reflejados en la relación que tenemos con nuestro entorno y nosotros mismos.
Según el tipo de pensamientos, encontramos, por ejemplo, los necesarios e innecesarios. Los necesarios son aquellos que son útiles para funcionar en el día a día, en cambio los innecesarios son aquellos que nos generan intranquilidad. En algunos casos, están en relación con situaciones de incomodidad puntual que a través de nuestros pensamientos alargamos más en el tiempo provocándonos mayor nivel de malestar. Por ejemplo, una discusión de 10 minutos con un familiar, puede durar años al rememorarla y tenerla presente después de haber sucedido. Por otro lado, están las preocupaciones, las cuales suelen estar enfocadas en el pasado o en el futuro. Párate a pensar, ¿de las 24 horas de tu día cuántos pensamientos están enfocados en el ahora? Pre-ocuparse es ocupar la mente con situaciones que todavía no han pasado o ya pasaron. Cuando enfocamos pensamientos en el pasado o en el futuro, dejamos muy poco espacio para el presente. Nos perdemos lo que nos está pasando aquí y ahora, y no solo la oportunidad de gestionar mejor lo que nos sucede, sino de disfrutarlo. Recuerda, el pasado solo se puede aceptar, aprender de él y dejarlo ir; y el futuro aún está por venir. También podríamos clasificarlos en negativos y positivos, entendiendo como negativos aquellos que nos quitan energía y nos hacen daño, en cambio los positivos son los que nos aportan fortaleza y nos ayudan a construir una realidad beneficiosa.
Un consejo para empezar a tener mayor control sobre nuestro flujo de pensamientos es pararnos durante el día a escucharnos. Observa atentamente qué piensas, si te ayuda o te perjudica, aprende a elegir y dar espacio a los pensamientos más beneficiosos para ti.