Cuando hablamos de autoestima la mayoría de personas saben a qué nos referimos, pero cuando entramos al detalle de cómo mejorarla o de qué manera tratarnos mejor, ahí, en ocasiones, hay personas que no saben por dónde empezar.
El primer paso, sin duda, es trabajar nuestro diálogo interno, es decir, aquellas conversaciones que tenemos con nosotrxs mismxs.
Como siempre digo, el primer paso para cambiar alguna cosa, pasa por identificar aquello que queremos mejorar. Por lo tanto, en cuanto al diálogo interno, debemos prestar atención a cómo nos hablamos, cómo nos dirigimos a nostrxs mismxs cuando nos exponemos a determinadas situaciones (cuando quizás laboralmente algo no nos sale bien, cuando cometemos un error, cuando nos miramos al espejo, etc…)
Personalizar ciertos discursos destructivos sin diferenciar lo qué hago de lo que soy/quién soy, nos aleja de hablarnos de forma amable y constructiva cómo haríamos con cualquier persona a la que queremos.
Así entonces, el primer paso que tenemos que llevar a la práctica es revisar esos discursos internos que como una radio encendida todo el día, vamos escuchando sin descanso.
El segundo paso, tiene que ver con los autocuidados, es decir, aquellos espacios, aquellos hábitos que nos dedicamos a nostrxs mismxs, por y para nuestro bienestar y placer.
Existen varios tipos de autocuidados, en este artículo vamos a citar cuatro de ellos y a dar algunas ideas de cómo comenzar a materializarlos en nuestro día a día.
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Autocuidados físicos:
Reservar un tiempo cada día o algunos días cada semana a hacer ejercicio físico, adecuado a nuestras posibilidades, tanto físicas, económicas y de timings, sea pasear, correr, algún deporte en concreto, clases dirigidas en un gimnasio, actividades como el pilates, cómo el yoga, etc., son autocuidados físicos.
A ello, le sumaríamos cuidar nuestra alimentación, nuestra higiene del sueño, no descuidar aquellas visitas médicas que necesitemos, etc.
También, tratar de sentirnos a gusto con nuestra estética: cuidar cómo vestimos, cómo llevamos el cabello, buscar aquello que nos favorezca y que nos facilite vernos bien físicamente, por y para nosotrxs mismxs, no para los demás.
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Autocuidados emocionales:
Estos cuidados son los que tienen que ver con trabajar nuestras emociones, con comunicarlas, con conocernos, escucharnos, respetarnos, poner límites saludables, hacer procesos terapéuticos cuando sea necesario, en definitiva, cuidar el cómo nos sentimos.
Reservar espacios haciendo cosas que nos generan bienestar, que nos hacen sentir bien.
Poner, el cómo nos sentimos por delante en ocasiones, no es una señal de egoísmo, si no de amor propio.
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Autocuidados sociales:
Rodearnos de personas que nos hacen bien, establecer y cuidar nuestras amistades, nutrir conexiones positivas, ofrecer y pedir ayuda cuando sea necesario, dedicar tiempo a momentos y planes de ocio, en definitiva, ser conscientes que somos seres sociales, y cómo tales, aislarnos no nos va a ayudar. Encontrar un equilibrio que nos permita sentirnos a gusto.
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Autocuidados mentales:
En este caso, me refiero al plano cognitivo.
Leer, viajar, estudiar, mantener la mente activa de una manera u otra es de suma importancia a cualquier edad, pero especialmente, cuidarlo cuando nos vamos haciendo mayores ya que favorece un envejecimiento de calidad y ayuda a que el deterioro cognitivo sea más lento o menos “agresivo”.
Cuidando todas estas parcelas, estaremos fomentando una mejor autoestima, un mayor autocuidado y una mejor relación con nostrxs mismxs y, como consecuencia, con los demás.
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