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Somos padres ¿y ahora qué?

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Hay un antes y un después con la llegada de un nuevo miembro en la familia. Después de traer un/a hijo/a al mundo, la vida de pareja cambia drásticamente y de forma inesperada: nuevas rutinas, cambio de prioridades, etc. Se deja de pensar solo en uno mismo y en la pareja para enfocarse en ese nuevo ser que forma parte de la familia.

La vida de pareja sin niños se define por tener tiempo completo, se puede decidir sobre él según las necesidades y preferencias de cada momento. Te puedes permitir dedicarte a ti y al otro exclusivamente: ir a bailar, al cine, echar una siesta, ir a un nuevo restaurante, etc.

Al tener el primer hijo aparece uno de los mayores cambios vitales. Se pierde el control por completo de lo que solía ser “nuestro tiempo”. La prioridad ya no es la pareja, pasa a ser el nuevo miembro. Como padres se pasa a depender de sus necesidades, los horarios se adaptan, los sitios donde divertirse y/o acudir deben ser aptos para él/ella.

La vuelta a casa también cambia. Antes, al salir agotado del trabajo solo querías llegar a casa para relajarte en el sofá y estar tranquilo con tu pareja viendo una serie y comentando cómo había ido el día. Sin embargo, al tener un hijo las tareas siguen al llegar al dulce hogar, hay baños, cenas y, en ocasiones, berrinches del pequeño/a.

Al tener un hijo también aparecen nuevas sensaciones, nuevos sentidos a la vida, no es todo negro ni blanco, hay momentos de todo tipo. Hay nuevas vivencias, se crean nuevas situaciones especiales que generan una unión familiar y un mayor vínculo de pareja.

Se madura, se cambia, se aprende y se crece y, para que todo este giro sea positivo y sume como pareja, hay que hablar mucho ¡comunicación!, hay que llegar a pactos donde ambos se sientan cómodos y con bienestar buscando siempre los tres espacios indispensables: personal, de pareja y familiar, aunque en los primeros años este último se lleve la gran parte del tiempo.

La pareja se tiende a dejar de lado y el espacio personal se espera que llegue (no apareciendo nunca). Debemos priorizar todos los espacios porque cada uno de ellos tiene una función distinta e igual de importante: a nivel individual conectaremos con nosotros mismos, disfrutaremos de pequeños momentos de amistades, de ocio, de mimarnos, etc. y conseguiremos ser YO en vez de madre o padre.

A nivel de pareja mantendremos la intimidad, el cuidarnos y querernos porque el hijo/a va a crecer y como se dice va a “volar”, la pareja es el eje central de la familia. Y a nivel de familia debemos no solo resolver las tareas y las gestiones sino conseguir momentos de diversión, de risas y de emocionalidad. Parece un mundo, pero con un poco de comunicación, negociación, pactos y distribución del tiempo y momentos se puede conseguir y sobretodo disfrutar de todos los niveles.

 

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