La ansiedad es una parte de la existencia humana, todas las personas sienten un grado moderado de la misma, siendo ésta una respuesta adaptativa.
De entrada, pues, tiene una función activadora y facilitadora de la capacidad de respuesta y adaptación del individuo a determinadas situaciones.
Este tipo de ansiedad se la conoce como ansiedad reactiva o ansiedad estado. Por lo que se asimila a una fase emocional transitoria y variable en cuanto a intensidad y duración; en un momento particular, caracterizándose por una activación somática pero también por una percepción consciente de la tensión subjetiva ante determinada situación.
Sin embargo, no siempre ni en todas las personas funciona así. Ahí entra en juego la ansiedad rasgo. En estos casos, se presenta una tendencia a responder de forma ansiosa en términos generalizados, anticipando peligros, problemas y amenazas de manera más o menos intensa pero mantenida en el tiempo. En general, esta tendencia suele ir acompañada de una personalidad neurótica.
En cualquier caso, la persona que la padece sufre, y tiene que aprender a gestionar esa condición.
Pero qué ocurre con lxs acompañantes de la persona que padece ansiedad? Familiares, parejas, compañerxs de trabajo, amistades… con frecuencia, lidiar con ello no es fácil, y muchas veces, con la mejor intención del mundo, se intenta “apagar el incendio” con las herramientas equivocadas… Y es normal, no es fácil saber qué hacer/decir cuando quien tenemos al lado sufre ansiedad.
Por ello, quiero proponer algunos tips desde lo que no es aconsejable hacer, para quienes se sientan identificadxs y quieran saber cómo actuar ante esta condición de alguien cercano.
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Evitar frases del tipo “está todo en tu cabeza” o “no es para tanto, tranquilízate”: muchas veces son mensajes que pensamos que tendrán un efecto paliativo, que ayudarán a relativizar, pero, muy probablemente vayan a generar todo lo contrario, sensación de falta de empatía y de incomprensión por parte del sujeto ansioso. Aunque no entendamos la situación como tan grave, debemos validar siempre el estado emocional del otro y no juzgarlo bajo nuestro prisma.
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Evitar un “Suéltalo, dime que te pasa”: en esos momentos no todo el mundo, necesita hablar y sobre-pensar en lo que le ocurre. Un puedes explicarme si quieres o necesitas, sin insistir verbalmente, suele ser mejor opción.
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Evitar frases como “Todo estará bien, todo irá bien”: tienen la mejor intención del mundo, pero, al igual que el punto número 2, según la situación de la que estemos hablando, pueden generar ira o sensación de “mensaje vacío” o “coletilla”.
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Evitar frases como “hay gente que está peor que tú”: no podemos comparar situaciones, porque no son las situaciones si no las personas las que determinan su magnitud o gravedad. La comparación en estos casos, también puede generar incomprensión y falta de empatía.
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Evitar cuestionamientos como “¿por qué te afectan tanto las cosas? “o “tienes que dejar de ser así”: en esos momentos de crisis de ansiedad, no son de ayuda estos mensajes por qué el sujeto puede sentir que él es el primero que querría no “ser así”, y que no es tan fácil. Y verdaderamente, así es. No es fácil y con frecuencia, se puede, pero se requiere de trabajo, implicación y tiempo para gestionar mejor ciertas situaciones o aprender a gestionar ciertos patrones propios.
Estas pautas sobre lo que no debemos hacer son el principio y nos encaminan bastante, pero, como cada persona es un mundo, resulta importante preguntar al otro qué necesita en esos momentos de estado o pico de ansiedad.
Como se puede anticipar, esta alternativa no debe hacerse en plena reacción ansiosa o pico ansioso del sujeto, ya que en esos momentos, muy probablemente el bloqueo somático que se vive, no nos permita tener información útil. Es mejor, en un momento en que la persona esté “bien”, preguntarle qué necesitaría de nosotrxs en esos momentos: que le dejemos solx, que estemos acompañándole, que le hablemos, que sencillamente estemos al lado pero en silencio… Según la persona, le irá mejor una cosa u otra…
Como siempre, la comunicación, es una buena herramienta: reconocer que no sabemos cómo ayudar y dar espacio a la otra persona, para que sin ser juzgada, lo exprese, suele ser de utilidad.
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